"Donde comienza el estado, allí termina el hombre” – Friedrich Nietzsche
No es común que en occidente se conozca el nombre de un ciudadano oriental. Los pocos distinguidos tienen su tinte americano; Jackie Chan, Bruce Lee. Por supuesto está el gran Mao Zedong, con quien la mayoría estamos familiarizados por simbolizar la ilusión comunista china del siglo veinte. Pero él es uno entre mil millones, y no exagero. Ahora bien, ¿será que llegó la hora del segundo Mao, de quien sus logros y noticias no tardarán más que segundos en darle la vuelta al mundo? ¿Y será que esta segunda versión sí cumplirá sus promesas?
Xi Jinping, el líder supremo de la República Popular China, cada día se torna en un nombre más frecuente alrededor del mundo y en América Latina. Lógicamente tiene algo que ver con su influencia en Venezuela; representa a uno de los únicos pilares que aún sostienen la dictadura del “elefantiásico” Nicolás Maduro (le robo un gran adjetivo a un célebre periodista peruano) y la crisis del COVID-19, por la cual algunos le apuntan directamente el dedo. No obstante, mi apuesta es que Xi Jinping será el superhombre del siglo veintiuno. Si no fuera por este virus, la revista Time ya estaría retocando varias de sus fotografías.
En un siglo veinte atiborrado de guerras y reajustes de fronteras, ese rol lo disputaban personajes como Franklin D. Roosevelt, Margaret Thatcher, Winston Churchill o el mismo Vladimir Lenin, quien, aunque tuvo una presencia efímera, le dio una vuelta de ciento ochenta grados a la política global.
Hoy en día los roles han cambiado. Mientras los Estados Unidos, vencedores de la guerra fría, siguen en el tope de esfero político, la Unión Soviética ya no existe, y aunque Putin haga mucha bulla en los medios, no pone a sudar a los americanos como lo hacía Stalin o el mismo Nikita Kruschev. Ahora es Xi Jinping quien comienza a ser un inconveniente para el “imperio”, como se refiere a EEUU nuestro dictador “elefantiásico”.
Ninguna economía crece como la china, superando la barrera del 6% durante los últimos veinte años. Nadie, además de Estados Unidos, se está fortaleciendo militarmente como el gigante asiático. Y más importante aún, nadie sueña más alto que los chinos. Sus expectativas para este siglo, el siglo chino, se pueden señalar como sobrehumanas. Jinping sueña sin presupuesto; quiere volver a reestablecer la memorable ruta de la seda, tener presencia militar en cada rincón del planeta, y lograr metas tan exorbitantes como apoderarse de la luna, cuyo suelo no pisa un hombre desde el setenta y dos.
Ahora bien, tomar las riendas del caballo más brioso y poderoso nunca es tarea fácil. Sin embargo, Xi Jinping ha demostrado ser un gran jinete, sin temerle a su bestia, la ha sabido controlar. Viene haciendo frutos desde que asumió la presidencia en el 2013. Su gente le cree. Tanto que ha logrado una negociación taciturna con el pueblo; mientras ellos le permitan conducirlos sin cuestionar ninguna de sus medidas, les brindara calidad de vida; cosa que ha demostrado, y que era inexistente en la China de Mao. Utilitarismo en su máxima expresión. Con Jinping el poder adquisitivo se ha disparado, en el país se está instaurando una clase media pujante, y al parecer, ha sabido manejar la crisis del COVID-19.
No hay duda que Xi Jinping se tiene la confianza para sujetar las riendas por muchos años más; quién sabe que pasa por su cabeza, pero seguro se sentiría identificado leyendo a Nietzsche. Y como se va desenvolviendo la situación global actual, puede que supere expectativas y despunte a los Estados Unidos como la primera economía antes de lo esperado.
¿Qué se iba a imaginar Nietzsche que su “superhombre” no sería europeo?
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