Recordando el 68


Los sesentas fue la década de la globalización musical, liderada por los Beatles, y su capacidad insólita de atiborrar auditorios en cualquier ciudad del mundo. Pero aunque Yellow Submarine o Here Comes the Sun giraban en todos los tocadiscos, su canción Revolution, escrita por John Lennon en pleno auge de las revueltas del 68, no causó más que controversia; fue un ataque directo a su propia generación: “Dices que quieres una revolución… pero si llevas pancartas del camarada Mao, no vas a lograrlo con nadie.” Sin embargo, Revolution no fue una crítica a todas las protestas, sino a aquellas lideradas por simpatizantes de gobiernos autoritarios como la China de Mao o la Unión Soviética post-Stalin. No obstante, fue de las pocas canciones que se pronunció en contra de las revueltas; la gran parte de las bandas apoyaron a los revolucionarios.

Tal vez la primera canción que suscitó a los jóvenes a exigir una sociedad nueva fue escrita cuatro años antes por el recién nobel de literatura Bob Dylan, que con su armónica puso en notas y palabras ese inconformismo que conmovía a las nuevas generaciones, y le advirtió a los viejos que no intentarán detener lo inevitable: The Times They Are A-Changing. Luego, en el 69 John Lennon se reivindicó con los revolucionarios a través de otra canción, Give Peace a Chance, motivándolos a desafiar el sistema, pero de una manera pacífica.

Aunque hoy en día la industria musical poco se mezcla con la política, se debe entender que en esa época ocurría con frecuencia. Porque aquella lucha no fue solo para apoyar una ideología económica; fue una lucha por la libertad, y aunque ese no haya sido el objetivo principal, se puede razonar que la generación revolucionaria, en la mayoría de sus casos logró ese cometido.

Durante los sesentas y setentas a la sociedad se le renovó la piel; cosas como libertad de orientación sexual, derechos civiles para la raza negra, y justicia para las mujeres comenzaron a ser admitidas, no solo por el estado sino por la sociedad misma. “Lo que el estado no prohíbe, puede prohibirlo la sociedad mediante una amenaza de sanción que sería ejecutada no por la policía, sino por la opinión”, dijo el filósofo francés Raymond Aron, durante su diagnóstico de las revueltas del 68.

 

No quiero poner en cuestión si los estudiantes deben o no deben protestar, más bien se trata de entender si la sociedad ha cambiado después, y por, ellos. Es un mero elogio a esos jóvenes que vivieron aquella época, y un análisis sobre si alguna vez se llegara a repetir un episodio parecido. Porque quizás es o no es casualidad que los estudiantes Colombianos protestan justo ahora, cuando se cumplen cincuenta años desde las huelgas estudiantiles del 68; y como bien se sabe, la historia en muchos casos se repite.

Lo que empezó con el inconformismo por la guerra de Vietnam, que en principio parecía un rebeldía únicamente estadounidense, desencadenó protestas en plazas de Sao Paulo, parques de Tokio, y calles de París. A fin de cuentas, en todas las ciudades del mundo los jóvenes encontraron un enemigo en común; el gobierno estadounidense. Por eso la guerra de Vietnam fue crucial. Compartiendo el mismo desagrado por la intervención americana en el país asiático, dos grupos de índoles distintas se juntaron; los estudiantes de izquierdas (muy políticos), con tendencias a formar parte de guerrillas marxistas, y los hippies (muy apolíticos), cantando la letra de Give Peace a Chance durante sus marchas. Unos por un ataque frontal al capitalismo, los segundos convencidos de la paz como solución.

Pronto las calles del mundo se plagaron con pancartas de Fidel y el Che, los nuevos contrincantes de la potencia más grande del mundo, y líderes de la nueva izquierda. Todo acompañado por el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, la revolución por una libre orientación sexual, marchas por la libertad de expresión, y huelgas sindicales en multinacionales como la Fiat. En resumen, había una abundancia de movimientos para escoger; cualquier joven estaba tentado a salir a vaciar sus pulmones a punta de canciones de protesta.

Hoy la situación tiene algunas similitudes políticas. Es imposible negar que el horizonte latinoamericano padece de una polarización ideológica que no se veía desde aquella época. El ejemplo perfecto se encuentra en las dos potencias: Brasil, inclinando hacia una derecha extrema, decepcionados con una izquierda corrupta; y México, esperando la posesión del populista López Obrador, aburridos con una derecha que parecía no tener fin. Adicional, la izquierda ha encontrado un nuevo enemigo en común; la figura controversial de Donald Trump ha catapultado el odio hacia el “imperialismo americano”.

Sin embargo, para que se genere una ola de revueltas colectivas en contra del statu quo como se vivió en el 68, se necesita más. A pesar de que se siente un inconformismo por este constante tire y afloje entre izquierda y derecha, donde prima la cuestión del estudio, ésto no es suficiente para sublevarse de una manera contundente; cosa que sí supo hacer la generación Baby Boomers. Porque a ellos se les mezcló su inconformismo político con el cultural, y por eso lograron oponerse a gobiernos conservadores de derecha; si bien en la mayoría no pudieron derrocarlos, si lograron un objetivo secundario; liberar la sociedad. Lo que en nombre no fue una guerra, en la práctica casi lo fue; una guerra de jóvenes contra policías con almas de acero. Y, pese a que muchos sacrificaron sus vidas, los jóvenes salieron victoriosos, utilizando la música como gran fortaleza. Reunieron casi medio millón de almas en el famoso concierto Woodstock a través del slogan “3 días de paz y música”, atrayendo otros jóvenes que aún no se habían unido a la causa. Pero no todo fue tan estratégico; la gran ola de revueltas se estableció a través de la formación de diferentes núcleos en todos los rincones del planeta. Y aunque genere polémica, en cuanto a las libertades sociales, esta lucha fragmentada sirvió. Indudablemente, en latinoamérica y el mundo se han producido grandes avances. Ahora, lo usual es que un ateo pueda convivir en una sociedad mayormente católica, y que un matrimonio tenga una relación estable con un hijo homosexual.

Con la ausencia de una revolución musical, veo difícil que un año como 1968 se vuelva a repetir. Sin embargo, la cuestión es si ¿hay necesidad de que suceda? Aunque todos en un momento u otro nos sentimos inconformes con el ambiente en el que vivimos, el hecho de que con medios tan poderosos como las redes sociales no se generen marchas de esa envergadura, me hace preguntarme: ¿las personas están más conforme con la sociedad de lo que a momentos pensamos?

La memoria es corta y uno vive con el sentimiento de que el presente nunca ha ocurrido antes. Es importante una mirada hacia atrás y darse cuenta que en esos tiempos era necesaria una renovación de piel.


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